¿Encontrarán algún disfrute los que curioseen este Blog?
¿Tendrá alguna utilidad?
¿Será entretenido?
¡Oia! me estoy poniendo nerviosa...

Aguafuertes de la escuela

Aquí vemos a la autora sosteniendo una puntita de la enseña patria









Introducción


Siempre me ha tocado en la vida sostener alguna cosa; siendo niña, un pequeño vértice del paño albiceleste, porque aunque era la más pequeña, algún esfuerzo tenía que hacer.
Por esos tiempos creía que algo vinculado con la patria dependía de mí, entonces quería aprender, estudiaba (más bien leía), me preparaba, en suma, para servir a ese futuro que tenía real existencia en un lugar y un tiempo: La Argentina a fin de ese siglo.
El año 2000 se presentaba en el Billiken o en Selecciones Escolares con apariencias concretas y llenas de felicidad: cintas transportadoras de personas en lugar de veredas, automóviles plateados que circulaban a cierta distancia del suelo, alimentos condensados en píldoras con todos los nutrientes imprescindibles para la salud. La vida resultaría relajada y feliz, pero para ello había que esforzarse. No se trataba de una predestinación, sino de una meta que había que construir.
Con el transcurso de los años, el horizonte se achicaba pero yo seguía sosteniendo: posiciones políticas, situaciones familiares, entusiasmos apaleados, discusiones generacionales, presencia de ánimo, apariencias… en fin, casi todo lo que se podía y no se podía sustentar.
Hoy sostengo también una puntita del sistema educativo y lo hago con convicciones casi nulas. Ya no creo. En algunos momentos me he sentido cómplice y no partícipe, secuaz y no compañero, me he advertido depredador en vez de constructor.
Y no sé qué hacer, siento que he caído en una trampa y desde ella escribo…
Quien quiera leer que lea…

20.8.09

El cuadernito de comunicaciones

Lunes 7 de abril

Es probable que sólo yo recuerde la zamba que lleva por nombre la fecha de hoy, y por más profesora de historia que sea, no conozco exactamente el por qué de esa data, creo que la composición es de Andrés Chazarreta y se me ocurre que debe tratarse de alguna efemérides relativa a alguna batalla de las tantas que se han librado en este país de paz y de esperanza. Hace horas que estoy buscando en mi biblioteca, llamé a mi mamá y a dos amigos de esos que saben cosas poco útiles pero la ignorancia está generalizada. Pero voy a usar mi inconsistente asociación con un episodio bélico como supuesto literario, ya que lo que narraré no es más que una zalagarda de poca pólvora y mucha puñalada trapera, pero una batalla al fin.[12]
A las tres de la tarde de esta evocativa fecha (Ya sé, no estoy evocando nada que yo sepa, pero sí algo que ignoro), encontrándonos en la sala de profesores en el primer recreo de la tarde, ingresó la señora coordinadora, portando un delicado cuadernito, forrado en papel verde pino con florcitas blancas y amarillas y una primorosa etiqueta que decía “Cuaderno de comunicaciones – Escuela Nº 81”.
_ Chicas, (promedio de edad de las presentes: 49 años como mínimo... y éramos pocas) tienen que firmar acá.
Así diciendo, abrió esa preciosidad en una de las primeras páginas y señaló un corto escrito que decía más o menos así:[13]

“Se comunica a los señores profesores que a para la semana entrante deberán entregar los resultados de las evaluaciones diagnósticas o iniciales, adjuntando además las pruebas correspondientes a cada curso”.

A continuación seguían los nombres de algunos de nosotros que pertenecemos a esa escuela encolumnados prolijamente al borde del margen izquierdo, esperándose nuestra firma a la derecha.
Siguiendo con mi tradición personal registré mi rúbrica prácticamente sin mirar y otras colegas hicieron lo mismo. La coordinadora sonreía por el éxito de su gestión, mientras nosotras desfilábamos y nos agachábamos frente al florido cuaderno.
Pero, “siempre hay un sordo que arruina el concierto” debió reflexionar la coordinadora mientras escuchaba lo que no quería oír.
_ ¡Esto es una locura! Se exaltó Liliana A. _ ¿En qué momento se nos indicó que tomáramos una prueba diagnóstica?
_Bueno, se supone que al comienzo del año lectivo los docentes evalúan diagnósticamente _ Refutó la representante del personal directivo.
Pero la mecha había sido encendida y los contendientes comenzamos a tomar posiciones para la batalla. Las que estaban sentadas se pusieron de pie en un alistamiento de la infantería, disponiéndose a entrar en acción en cuanto fuera necesario. Las que estábamos paradas nos acercamos al cuadernito poniéndole riguroso sitio y preparando la artillería para tomarlo por asalto en caso de ser necesario. La coordinadora, sabiéndose en desventaja, retrocedió hacia la puerta protegiendo su retaguardia como corresponde a una señora y procurando que nadie pudiera cortarle una previsible retirada.
_ ¿Cómo que hay que entregar todas las pruebas diagnósticas? Yo no las tengo, no las voy a estar acarreando cerca de un mes _ se indignaba Adriana A. mientras levantaba las cejas y hacía descender las comisuras de su boca, arrojando un contundente gesto de asco.
_ ¿Dónde está el proyecto institucional de la escuela 81 en el que se desarrollen las indicaciones para el diagnóstico? -terciaba yo asestando un débil y poco efectivo puñetazo lógico.
Mientras tanto desde un pequeño torreón ideológico, Mariela M. arengaba a las combatientes vociferando acerca de las presiones fascistas del sistema.
_ ¡No entreguemos nada! resonaban los pífanos (o las pífanas) amparándose en el número y en el segundo lugar que en la liza suelen tener las cornetas.
La coordinadora levantaba su escudo con cierta elegancia para detener la andanada de reproches argumentando que ella no era quien comandaba el operativo sino la Señora Directora, que ni siquiera observaba la escena desde las colinas y, por supuesto, estaba sentada preservando su indemnidad como razón de estado, en el despachito de la escuela de origen, seguramente redactando otro comunicado en un cuadernito similar.
_ Es cierto, Alcira no tiene la culpa, dejó oír una de nosotras desde poco más de medio metro del piso. No estaba en una trinchera pero merecía estarlo por su papel de quinta columna, intentando llevarnos a la derrota desde el mismo corazón de la facción anticuaderno. Esa actitud de Elsa F. Era habitual en ella pero no estábamos para analizar sus costumbres de ortiva aficionada.
_ ¡No me conmueve, ni me importa quién tiene la culpa, lo cierto es que todo son exigencias, ninguna directiva razonable y encima a través de un cuadernito! _ dije yo mientras lo sacudía de un ala y lo arrojaba nuevamente sobre la mesa.
_ ¿Por qué no se dejan de joder pidiendo boludeces? –Había comenzado la salva de munición gruesa. Y no voy a mencionar quién disparó la primera petardeada para salvaguardar la dignidad y la cohesión del grupo. Fue Fuenteovejuna.
_ ¿No saben acaso que tenemos montones de cursos y necesitaríamos un changuito del supermercado para acarrear todas las pruebas hasta que ustedes se les antoje?
_ ¿Qué se creen? ¿Qué no tenemos nada que hacer que esperar órdenes ridículas?
_ ¿Para que quieren las pruebas? ¿Piensan hacer un asadito?
Las preguntas como lluvia de flechas apenas eran detenidas por la “pobre” Alcira y su escudo de chapa. La chapa ahora parecía servirle de poco. Mientras su cara se arrebolaba, su voz se mantenía serena, igual que su expresión (mérito para ella). O esta no era su batalla o prefería perder con dignidad.
_ Mi obligación es hacer que se notifiquen de esta directiva. Hagan lo que quieran.
Emprendió la retirada dejándonos con una horrible sensación de haber ganado la batalla, pero no la guerra y mucho menos la paz.
Comenzábamos a silenciarnos y a mirarnos entre nosotras (todas menos una) mientras bufábamos y jadeábamos con ritmo decreciente.[14]
El silencio se iba imponiendo como un atardecer en el campo. No hacíamos comentarios. Nadie estaba redactando el parte; seguramente teníamos la sensación del final de un zafarrancho de combate. Hasta que nuevamente la voz de Liliana A. sugirió:
_ Ya que ese cuaderno grotesco ha quedado en nuestro poder (como trofeo y pendón, agrego yo) ¿Por qué no le respondemos por esa misma vía, que no vamos a darle nada?[15]
Alguien me puso el librillo delante y me alcanzó una lapicera. Sintiéndome Juan José Paso, yo redacté lo mejor que pude algo como lo que sigue:

En la convicción de que no se nos puede reclamar la entrega de resultados de unas pruebas diagnósticas que jamás nos fueron indicadas y que nunca se nos hizo conocer el criterio pedagógico con el que la escuela 81 se desenvuelve en sus actividades educativas, es que no vamos a cumplir los requerimientos expresados en este mismo cuaderno hasta tanto las directivas no sean claras y formuladas con la suficiente antelación.


A continuación firmamos todas menos tres: una que seguía reptando por la trinchera que a estas alturas ya parecía nido de cucaracha, otra que de repente recordó algo importante como que había dejado la leche en el fuego, y la tercera que se retiró sin culebrear pero con premura de bombero voluntario.
Habíamos sufrido algunas bajas, el veinticinco por ciento, pero habíamos podido clavar un pequeño gallardete en un terreno cenagoso pero digno de defender.

El cuaderno quedó solito y maltrecho sobre la mesa de la sala de profesores, las flores de su cubierta se habían marchitado y el saludable color verde pino había perdido su intensidad. Nosotras salimos a dar clase, cada una a su aula y el silencio imperó definitivamente. Jamás volvimos a ver al cuadernito monono. No sabemos qué se hizo de él, le deseamos mejor suerte de la que imaginamos, ya que pocos días después del siete de abril, la Señora Directora sollozaba en el despacho del director[16]. Más que sollozar, hacía un escándalo retorciéndose las manos y preguntando de viva voz por qué la atacábamos así, mientras él miraba hacia el techo con sufriente mirada de mártir cristiano en el circo del gran imperio.[17]



[12] Pido perdón de mil maneras a los folkloristas apasionados, a los memoriosos de la historia argentina, a los músicos y payadores, a los melenudos de poncho y chiripá, a los frecuentadores de peñas y rincones telúricos y prometo firmemente reparar el foramen de mis saberes a la brevedad, ya que no dejaré de investigar en esta cuestión hasta que el cometido esté debidamente cumplimentado.
[13] ¡Último momento! Acaba de llamar mi mamá para decirme que en la banqueta del piano de su casa ha encontrado la partitura de la zamba que intitula mi texto, pero que no hay más datos que una fotografía del mismísimo Chazarreta como portada y una fecha de edición de 1953; agrega que está segura de que la zamba es más antigua que este impreso musical... Sigo sin saber lo que necesito.
[14] Nuevo Flash informativo: Mi amigo Adolfo, sociólogo y folklorista, bombisto de cuerpo y alma, prometió averiguar para mí el dato de la fecha que me inquieta. Espero que no sea demasiado tarde.
[15] Otro sí digo, Sergio, el director de mi equipo de investigación de la facultad, me leyó por teléfono montones de letras de zambas de una antología de folklore que dice tener, y ante el fracaso, me dio el teléfono de Félix Luna para que lo consultara. Me parece francamente un abuso.
[16] Si el lector no entiende esto de la directora y el director, resígnese a la obturación de su mente y vuelva a leer “¡Por fin se pudo fraccionar octavo novena” especialmente la nota al pie con el número 2.
[17] Acabo de poner punto final y la referencia al 7 de abril no ha aparecido pero la intención hermenéutica sigue en pie. Promesas son promesas

No hay comentarios: